El arte puede expresar cualquier idea, incluso aquellas que
son invisibles a los ojos: el amor, la pasión, la libertad, lo sagrado...Y lo
hace con todo lo que tiene a su alrededor: el espacio, los recursos materiales,
el tiempo o los seres vivos. El recinto sagrado, aunque delimitado en sí mismo,
nos abre al infinito, despliega nuestra capacidad de intuir la inmensidad de la
divinidad; nos anima a instalarla en nuestro corazón para que, cuando
regresemos a lo cotidiano nos llevemos un trocito de infinito en nuestro
corazón. En definitiva, la arquitectura sagrada es un intento de agarrar las
estrellas.
Silvia Martínez Cano, Caminar por lo sagrado. Ediciones
Khaf, 2011
¿Por qué un lugar es
sagrado?
Porque tiene la capacidad de ponernos en contacto con Dios.
Pueden ser lugares naturales, como algunas cuevas o montañas, por ejemplo, en
el monte Sinaí recibió Moisés las tablas de la Ley del mismo Yahvé,
sacralizando con ello el lugar; pero con frecuencia deviene después una transformación
del hombre. En el caso concreto del monte Sinaí, Santa Elena ordenó construir
allí una capilla, y más tarde, el emperador bizantino Justiniano erigió el
Monasterio de Santa Catalina del Sinaí. Al ser un lugar sagrado para las tres
religiones abrahámicas (judía, cristiana, islámica) el monasterio se ha
preservado de la destrucción, ya que época de dominio musulmán se construyó en
su interior una mezquita fortificada.
Son muy diversos los modos de
intervención del hombre en lugares sagrados, desde las ermitas excavadas en la
roca del valle del Göreme (Capadocia), hasta las grandes construcciones de
iglesias, catedrales, monasterios, etc. Hay otros lugares que se han
sacralizado por suceder en ellos algún milagro o un hecho de gran trascendencia
para la vida de fe, es el caso de santuarios erigidos en función de la
aparición de una Virgen (Lourdes, Fátima...), de la gran cantidad de iglesias
construidas sobre un lugar martirial, o el hallazgo de la tumba de un santo
(Santiago de Compostela). Por otra parte, los cementerios suelen estar
vinculados a un lugar sagrado, bien por su situación geográfica, bien por
la presencia de una construcción sagrada. De hecho, en el mundo cristiano, que
prefiere históricamente la inhumación a la cremación, es muy frecuente
encontrar los cementerios junto a las iglesias, reservando el espacio interior
para las tumbas más ilustres. Cuando las poblaciones crezcan, será cuando se
vean obligadas a desplazarse al extrarradio, erigiendo allí capillas.
Identidad y elementos del recinto sagrado
El término "templo" proviene del latín
"templum", que significa edificio sagrado. Hacía referencia al
espacio del cielo donde los augures escrutaban el paso de las aves y su
significado. Después se amplió el concepto, para entenderlo como la vivienda
donde se encontraba la imagen de Dios, aunque no era un lugar de culto. Quizá
por eso, la palabra "templo" no es muy apropiada para la iglesia
cristiana, ya que en ella habita Dios mismo, pero el edificio en sí está
destinado a la celebración comunitaria. En cualquier caso, una iglesia es siempre un puente entre el cielo y la tierra.
Hay diversos elementos que
configuran los recintos sagrados. Citamos algunos de ellos:
- El espacio:
La geometría y el número en la construcción es fundamental.
Las tradiciones religiosas resaltan el significado de determinados elementos
arquitectónicos. Por ejemplo, en la arquitectura cristiana, la planta en forma
de cruz marca una direccionalidad hacia la cabecera, donde se encuentra el
altar como eje espacial. O el caso de los deambulatorios generados en lugares
de peregrinación, diseñados para permitir el tránsito de los fieles en
procesión en torno al centro de peregrinación (tumba, altar, reliquia...) Por
otra parte, es frecuente en la Sagrada Escritura el simbolismo numérico que es
trasladado a los edificios. Los programas arquitectónicos los incorporan en sus
diseño, como las iglesias templarias o incluso la Sagrada Familia de Gaudí.
- La orientación:
- La luz
y el color:
Es fundamental en la configuración del
espacio sagrado. Muchas veces, su sola presencia o ausencia define un ambiente
religioso e incluso un estilo artístico. Las iglesias cistercienses, por
ejemplo, abrieron vanos con cristales blancos en el ábside mayor para
iluminar el altar con una purísima luz blanca natural. Sin embargo, en el
gótico se colorea la luz a través de las vidrieras, alterando completamente el
aspecto del espacio interior, dándole un aire irreal. En las iglesias
románicas, los relieves coloreados que decoraban la arquitectura, además de las
pinturas murales, supondrían un gran impacto en quienes se acercaban al
recinto, narrando con imágenes la historia sagrada que los fieles no sabían
leer en la Escritura. Las paredes interiores, y también el exterior de las
construcciones se convertían en páginas de un libro que los analfabetos podían
interpretar. Otro tema
muy interesante es la ubicación con la que se disponían las pinturas murales en
el interior de las iglesias. Se trataba de un lenguaje codificado que
completaba el simbolismo arquitectónico, localizando las imágenes principales jerárquicamente
en el ábside, mientras que los laterales se ocupaban con las pinturas
narrativas. El ábside acogía la manifestación de Dios, el registro intermedio
mostraba los profetas, apóstoles y santos como intercesores entre el mundo
divino y el humano, y finalmente, el registro inferior ofrecía representaciones
animalísticas o decorativas.
- El
sonido:
La presencia o ausencia
de determinados sonidos es un elemento que también ayudaba a configurar el
espacio sagrado. El impacto del silencio, que invita al recogimiento, se
alterna con el murmullo de los rezos, la voz del sacerdote o las respuestas
litúrgicas de la asamblea. La música viene a unirse a esta ambientación
escénica con una extraordinaria capacidad de crear ambientes muy diversos. Pero
la presencia del sonido no se restringe al interior, sino que abarca el
exterior. Por ejemplo, la incorporación del campanario tenía muchas funciones
simbólicas. No sólo servía para convocar a los fieles, sino que incluso se
consideraba una especie de “voz de Dios”, un sacramental cuyo tañido
alejaba los peligros y expulsaba los demonios, quizá porque se usaban también
para advertir del fuego o de la llegada de enemigos.
- La liturgia:
La liturgia es mucho más que un simple elemento
que participa en la configuración del recinto sagrado, en realidad es el que lo
configura. Una construcción religiosa bien trazada se diseña en función de las
necesidades de la liturgia. Es más, ella es la causa que motiva la construcción
de la mayoría de los edificios sagrados. Sus variaciones provocan modificaciones
estructurales en las construcciones.
Con ella, los cinco sentidos se integran en el
espacio sagrado: la presencia de la vista y el oído son evidentes. Pero también
están presentes el olfato, estimulado con el perfume del incienso, o la
presencia de la decoración floral; el tacto, al contacto con los objetos
sagrados (actualmente en desuso, portapaz, cáliz…) o con otros fieles, por
ejemplo en el gesto de la paz; e incluso el gusto está presente en el acto de
comulgar bajo una o las dos especies, el pan y el vino.
- El altar:
Círculo y cuadrado, esfera y cubo, expresan el diálogo
entre el cielo y la tierra que se encuentran en el altar, base de un eje
vertical que sube como incienso hacia la cúpula que simboliza el espacio
celestial. El altar es el lugar en el que converge toda la tensión del espacio,
toda la atención de los fieles. Su diseño está marcado por normas precisas que
posibiliten su consagración (la realización en piedra que permita la unción con
los óleos). El origen de los altares fijos está en el culto a los santos y a
los mártires, en cuyas tumbas comenzaron a celebrarse diversas liturgias. De
ahí se trasladó al altar, en cuya base se coloca todavía hoy una reliquia en
memoria de los santos.
Aunque en principio había un solo altar, se sucedieron dos
razones litúrgicas fundamentales que aconsejaron aumentar el número de altares,
y por tanto de capillas: el progresivo incremento del culto a los santos y el
hecho de que todos los sacerdotes tuviesen como parte de su ministerio la
celebración diaria de la Eucaristía (igual que en la actualidad).
Simbolismo de la
iglesia cristiana
El simbolismo está definido por las diferentes
etapas históricas. En cada una de ellas cobra una diferente dimensión, y sus
elementos revisten un significado específico. Por ejemplo, el simbolismo es
esencial a la arquitectura medieval. De un modo muy acusado, está presente en
las iglesias románicas. Cada elemento es portador de un sentido, desde su
planta de cruz latina que recuerda la pasión de Cristo hasta la orientación al
oriente, lugar desde donde sale el sol naciente, imagen de Cristo, y que marca el
itinerario del cristiano desde las tinieblas hacia la luz. La cabecera alude a
la cabeza de Cristo, asociando la forma semicircular del ábside a la curvatura
del cráneo humano (en algunas construcciones incluso se inclina el eje a la
izquierda a imitación de la inflexión de la cabeza del Crucificado). En el
nártex se hacían exorcismos y se purificaban las
madres pasada la cuarentena. Allí se encendía el cirio pascual y se entregaba a
las novias.
El manual litúrgico de Honorio de Autun
desarrolla al máximo este simbolismo. Su Gemma
animae (Piedra preciosa del alma) reúne oración, liturgia y catequesis,
realizando una exhaustiva interpretación alegórica de los elementos del templo
cristiano. Lo hace derivar del templo de Salomón y afirma que sus cuatro
paredes aluden a los cuatro Evangelios, las piedras de los muros son los
fieles, unidos por el cemento de la caridad. Las ventanas son los doctores que
dejan pasar los rayos de la luz frente a las herejías. Los obispos son las
columnas, mientras que las vigas del techo son los príncipes protectores de la
Iglesia, el tejado alude a los soldados que protegen de los enemigos. El
pavimento apunta al pueblo, con cuyo trabajo la Iglesia se sostiene. Al tratar
sobre el altar, se refiere a los altares de Abel, Abraham, Isaac y Jacob, y
sobre él se asienta la Cruz, colocada encima como signo de Cristo, como
recuerdo de la Pasión y para que el pueblo imite a Cristo. Al altar se llega a
través de unas gradas que significan las virtudes. También recorrerá la puerta,
el coro, las lámparas, las campanas… El manual finaliza con la consagración del
templo, que realiza el Obispo simbolizando la unión de Cristo con la Iglesia;
da en la puerta tres golpes con el báculo como alusión a los tres poderes: el
cielo, la tierra y el infierno. El ritual prescribe la mezcla de la sal y la
ceniza para expresar el sacrificio del templo. El Obispo hace cuatro cruces en
las esquinas del altar para salvar las cuatro partes del mundo, y luego da
siete vueltas con el hisopo para que Cristo asista a los allí reunidos con los
dones del Espíritu Santo. Ningún detalle es arbitrario.
Una iglesia es un
mecanismo cósmico: está orientada hacia la salida del sol, y el sol la va
modificando según las horas del día y el paso de las estaciones. Exactamente
igual que el año litúrgico. Todos los participantes en los actos de culto se
dirigen juntos hacia Oriente, hacia Cristo luz del mundo, como los que les han
precedido y los que les sucederán, y el sacerdote se sitúa a la cabeza (por
eso, antiguamente el sacerdote no les daba la espalda, sólo iba el primero). Y
ese pueblo en camino adopta una forma de cruz (la planta de la iglesia), está
bien asentado en la tierra (muros de formas cuadradas) pero su objetivo es el
cielo (cubiertas abovedadas). Al templo se entra por un sitio oscuro (actitud
humilde), hay que caminar un rato por su interior (ascesis), pero el objetivo
es la luz que inunda el presbiterio (la alegría de la salvación). En ese
sentido, el simbolismo de las iglesias ha de ser casi sacramental.
Orientación de templo de planta de cruz latina, ¿Cuándo un templo su cabecera (altar) está al Oeste, a qué es debido?
ResponderEliminarGracias. Email: amarelosolar@hotmail.com