domingo, 3 de marzo de 2013

ARQUITECTURA VISIGODA



La caída del Imperio romano de Occidente había conllevado una crisis de la sensibilidad artística clásica. Los invasores germánicos habían arrastrado con ellos otra concepción estética en la que primaba lo decorativo y la calidad de los materiales. Con todo, Hispania conservó la tradición romana y paleocristiana, ya que aquí se asentaron los visigodos, los más romanizados de estos pueblos. 
Centrándonos en el ámbito arquitectónico, habrá que esperar a la segunda mitad del siglo VII para encontrar ya un estilo propio que se distinga nítidamente de la basílica romana y paleocristiana. Se trata de templos de carácter intimista situados en zonas rurales, gracias a lo cual se salvaron de la destrucción musulmana que acabó con el pueblo visigodo. Poseen unos caracteres muy concretos: grandes sillares geométricos bien trabajados, arcos de herradura poco pronunciados, cabecera rectangular, transepto (a veces con cúpula), el cancel que separa el presbiterio, estancias rectangulares abiertas en los brazos del crucero, bóvedas de sillería o ladrillo, un porche o atrio, etc.

Son construcciones muy marcadas por la liturgia desarrollada en ella. Pero ¿cómo es esta liturgia visigoda? También se la conoce como mozárabe, aunque no es un término preciso. Tuvo influencias norteafricanas, bizantinas y romanas, pero su creatividad se debe a San Leandro de Sevilla (que tenía una relación muy cercana con el Papa San Gregorio) y a su hermano Isidoro, quien escribió el primer tratado de liturgia en España.
Una de las características de esta liturgia era el gran respeto por el altar, ubicado en el ábside para limitar incluso el acceso a él. El altar se componía de un tablero de piedra colocado sobre un pie monolítico en el que había un hueco (loculus) donde se depositaban las reliquias. En el momento de la consagración, el oficiante se aislaba en el ábside cerrado por unos canceles y cortinas. Este respeto se extendió también a la sacristía. Se insistió en la necesidad del altar para la celebración eucarística, suprimiéndose el uso de viviendas particulares o tumbas para el santo sacrificio, como era frecuente en época paleocristiana. Los altares empezaron a cubrirse de manteles que hacían más explícita su dignidad.

¿Quieres que recorramos algunos ejemplos de iglesias?
En Orense se encuentra Santa Comba de Bande, una iglesia del siglo VII de tipo monacal, habitada por una pequeña comunidad y situada cerca del camino para auxiliar material y espiritualmente a caminantes y peregrinos. Esta era una práctica que comenzaba a ser bastante frecuente en la época. Su planta es de cruz griega inscrita en un rectángulo, con un ábside cuadrado saliente en planta. Los espacios contiguos al porche se utilizaban para acoger a los viajeros, mientras que las estancias adosadas a la iglesia, con entrada exclusivamente desde el interior, eran para el servicio de los monjes.


San Juan de Baños, una iglesia palentina consagrada en el siglo VII, es una de las creaciones más interesantes. Fue mandada construir por el rey Recesvinto, al parecer en agradecimiento por haberse curado de una afección renal al beber de las aguas de la zona. Aún se conserva la fuente que testimonia una de las escasas construcciones hidráulicas visigodas que persisten. La planta del templo presenta el espacio compartimentado y un pórtico exterior al que se accede a través de un arco de herradura. Seguramente se construyó como refugio de peregrinos y caminantes, aunque se ha especulado que tuviese funciones litúrgicas relacionadas con los ritos procesionales de la entrada solemne o de las ofrendas. Su planta no obedece al típico esquema basilical con los clásicos tres ábsides, sino que sus tres naves separadas por hileras de columnas reutilizadas rematan en capillas rectangulares.


También el conjunto urbanístico de Recópolis (fundado hacia el año 578 por Leovigildo para su hijo Recaredo en Toledo) cuenta con una basílica de planta original organizada así por razones litúrgicas. Tiene tres naves independientes con crucero, nártex, baptisterio y un ábside curiosamente desplazado a un lado que algunos consideran un espacio sólo accesible a la jerarquía eclesiástica. El crucero es interpretado como un doble coro, ya que el IV Concilio de Toledo menciona un coro de diáconos y otro de presbíteros. En la liturgia hispana el oficio de coro tuvo gran desarrollo por la importancia otorgada a la polifonía. La parte central del crucero se reservaba para suministrar la comunión.


Por último, citar dos construcciones en las que destaca especialmente su integración con las artes plásticas, concretamente con los relieves decorativos, que cobran gran protagonismo por su belleza e importancia. La primera de las construcciones es la zamorana San Pedro de la Nave, de fines del siglo VII (680-711), que aporta el primer conjunto escultórico de época visigoda. Sin embargo no es el más representativo porque, de un modo atípico, la escultura abandona su papel ornamental y elabora un discurso dogmático y pedagógico. De su arquitectura sólo te diré que pertenece a la tipología de la planta de cruz griega, aunque la traza de las dos naves laterales le confirieron un aspecto híbrido entre la planta basilical y la cruciforme. Dos estancias a ambos lados del presbiterio debieron servir de celdas eremíticas. Su originalidad estriba en la diferencia de altura de los diferentes cuerpos que proporciona un rico juego de volúmenes. Curiosamente, en origen se construyó junto al río Esla, pero debido a la construcción de un embalse, fue desmontada y trasladada a la localidad de Campillo.


Otro ejemplar destacado de finales del s. VII comienzos del VIII es Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos), de cuya arquitectura sólo se conserva el crucero, con la típica fábrica visigoda de grandes sillares de piedra. Pero de nuevo brilla su decoración escultórica. El exterior lo recorre un friso de relieves con temas vegetales, animales y geométricos de aire oriental. En el interior aparece Cristo bendiciendo en un nimbo. En otro detalle, su rostro-sol se encierra en un tondo sostenido por ángeles. Parece que estos elementos cristológicos formaban parte de un programa iconográfico bien diseñado tal vez inspirado en el simbolismo astral y humano de Cristo y su Iglesia según San Isidoro de Sevilla.



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