domingo, 3 de marzo de 2013

ARQUITECTURA GÓTICA EN FRANCIA Y ESPAÑA





No deja de ser un artificio la idea de separar el románico y el gótico con un corte radical. No sucedió así en realidad. Los nuevos conceptos y estructuras surgieron de una evolución progresiva que experimentó un desarrollo diferenciado en el tiempo y en la geografía. El eclesiástico francés Suger (1081-1151) será uno de los que rompan el marco del románico para adelantarse al gótico, identificándose como un precursor de la nueva mentalidad. Paradójicamente, de la confluencia de la pureza de las formas arquitectónicas propia del Cister más el impulso estético de Suger surgirán las raíces del arte gótico. Sin embargo, éste no fue un arte monástico en absoluto.
Acudiendo a las siempre útiles e imprecisas etiquetas, el gótico se ciñe a los siglos XIII y XIV, aunque se encuentran pistas en el siglo XII , que se prolongan hasta el siglo XV con el gótico flamígero, alcanzando en algunos lugares incluso el XVI. Son siglos de crisis del feudalismo y duras condiciones de vida que provocan la deserción hacia actividades comerciales y artesanales. Ello había implicado el desarrollo de la burguesía y un modo de vida urbano que conllevaba la creación de agrupaciones gremiales o corporativas y la evolución de una economía de trueque a otra monetaria. Sin embargo, nada pudo detener la grave crisis económica del siglo XIV. La sociedad quedó sumida en grandes calamidades marcadas por el agotamiento de los sectores productivos y agravadas por la peste negra y por graves incursiones bélicas. Pero también asistimos a unos siglos de “efervescencia” cultural y artística.
En lo referente a la arquitectura, si el monasterio fue el edificio característico del románico, la catedral lo fue del gótico. Su construcción consiguió aglutinar el interés de todos los estamentos: Obispo, burgueses, gremios… todos los esfuerzos ciudadanos se volcaban en la edificación de su catedral. Precisamente esa conjunción de fuerzas iba a convertirla en el elemento definidor de la ciudad, en su clave interpretativa. Constituía además el centro visual, porque en ella desembocaban todas las calles y los caminos de acceso a la ciudad. Su uso iba más allá de la celebración litúrgica o la oración, acogiendo muchas de las actividades cotidianas de la ciudad, incluyendo siempre una escuela (cuna de las Universidades) y ejerciendo de techo donde los peregrinos podían dormir. La catedral gótica era la perfecta expresión de una sociedad de laicos fervientes que amaban el edificio como algo propio, como casa del Padre.



El espacio catedralicio estaba concebido para provocar una embriaguez de los sentidos, para arrebatar a los fieles hacia el ámbito celeste. El esquema basilical de su planta hacía que el espacio-camino cobrase relevancia, subrayando la meta a la que se dirigía el impulso espacial. Las paredes perforadas por las vidrieras limitaban el espacio y, al mismo tiempo, lo ponían en contacto con el espacio cósmico. Por otra parte, el elemento exterior con mayor carácter era la fachada, que parecía independizarse de la disposición interior.
El recinto catedralicio era imagen de la Jerusalén Celestial. No es que la estilización de las catedrales las hiciera tender hacia el Cielo, más bien es que ellas mismas pretendían ser el Cielo, o al menos el lugar donde se unía Cielo y tierra.
La concepción espacial del gótico es uno de los elementos más novedosos del estilo. Con la introducción del arco ojival o apuntado se acentúa el proceso antes iniciado de desmaterialización de los muros. Si en el románico había un claro predominio del macizo sobre el vano, ahora sucederá a la inversa, y esa libertad estructural permitirá una articulación más dinámica de las edificaciones. Pero no te confundas, el valor que adquieren los vanos no supone una negación del muro, sino la conversión del vano en el muro mismo. Un paramento convertido en un cerramiento traslúcido y lleno de color que sumerge el espacio en una luz no natural que invita a la trascendencia.

La máxima expresión se concedió al espacio interior, especialmente en el ámbito catedralicio, dirigido a provocar un impacto espiritual en el fiel. Sin duda, se habían producido grandes avances en la estructura mecánica de la construcción. En los interiores contrastaban dos direcciones, la vertical y la longitudinal, ambas dirigidas al espectador. De un modo asombroso, esa activación del espacio interior fue precisamente la que abrió el camino a las fuerzas que configuraron la estructura externa. El aligeramiento de los muros, sostén de la bóveda, exigió la colocación de contrafuertes y arbotantes que, a su vez, fueron ocasión de expresión estética. Estos últimos fueron de los escasos elementos clave que no eran perceptibles desde el interior. Por otra parte, el espacio arquitectónico no se definía sólo por la estructura y la articulación de sus elementos, sino por su sistema de iluminación. 
Uno de los descubrimientos que tuvieron mayor relevancia fue la bóveda de crucería, y no sólo por razones estructurales (conseguía mayor espacialidad y altura), sino porque acabó significando la supresión de las techumbres de madera, con lo cual se reducía enormemente el riesgo de incendio. 
La verticalidad es uno de los signos más evidentes. Tres factores contribuyen a dar a la estructura arquitectónica un impulso hacia la altura: los arcos apuntados, la estilización de las columnas y la pérdida de la función de soporte de los muros. La carga se transmitirá al exterior del edificio a través de cargar las bóvedas en puntos determinados mediante arcos diagonales y arbotantes.

La decoración también cambia radicalmente de signo. Se produce una mayor independencia funcional y material de la arquitectura. La ornamentación geométrica del románico da paso a los elementos vegetales.  El naturalismo decorativo se impone, comenzando por los pináculos, las cresterías, y las populares gárgolas. Los capiteles pierden importancia y se simplifican, reduciéndose a hojas de acanto o molduras. No me olvidaba de uno de los rasgos más típicos del gótico, la presencia del rosetón en los muros de los tres principales accesos. Junto con esas decoraciones pétreas denominadas tracerías que acabarán constituyendo el perfil identitario del gótico.
Los especialistas indican que el gótico nace en el Dominio francés, ligado a la monarquía de los Capetos. Por eso, Francia acapara muchas de las más emblemáticas construcciones de este estilo. Ya sabes que los orígenes los encontramos en la Abadía de Saint-Denis, en la que las vidrieras adquieren gran protagonismo en los paramentos. Pero si quieres conocer los inicios del gótico tendrás que profundizar en la Catedral de Sens (1140-1176), con sus tres naves corridas hasta el ábside (el transepto se incorporó en el siglo XV) en el que se abren tres capillas perforadas con vidrieras. Alternan los pilares gruesos y delgados con columnillas adosadas, sosteniendo bóvedas sexpartitas. El triforio sustituye a la tribuna, y sobre él se alzan amplios ventanales entre contrafuertes y arbotantes exteriores. Contemporánea es la catedral de Noyon (1152), a la que recuerda en las bóvedas sexpartitas y su alternancia de pilares y columnas, aunque conserva las tribunas. 
La conocida como catedral de Laon (aunque hoy es parroquia por la supresión del Obispado de Laon) es de la misma época. Tiene cuatro pisos, bóvedas sexpartitas, gruesas columnas, y un bellísimo cimborrio cuadrado en el crucero bajo el cual hay un triforio. Sus tres naves terminan al mismo plano, sin girola. Son muy originales sus torres exteriores, flanqueadas por torrecillas de ángulo, que albergan los famosos bueyes de piedra.
La catedral de Notre-Dame de París (1163-1245), impulsada por el Obispo Maurice de Sully y realizada por Pierre de Montreuil, cuenta con cinco naves y doble deambulatorio dividido en tramos triangulares, con el crucero casi al centro. La nave central tiene cinco crujías dobles con bóvedas sexpartitas, y hay tribunas en las laterales. Aunque originalmente contaba con cuatro pisos, el triforio fue sustituido por rosetones. Su estructura inspiró muchas de las catedrales francesas, además de la famosa obra literaria de Victor Hugo que lleva su nombre. La fachada ofrece la característica forma en “hache”, con una impresionante decoración escultórica de la que te hablaré en mi próxima carta. ¿Sabías que en esta catedral se coronó Napoleón y se beatificó a Juana de Arco? En 1793, durante la Revolución Francesa, fue convertida en “Templo de la Razón”, lo que supuso la destrucción de muchas imágenes, y un progresivo abandono. ¿Te has percatado de que siempre que la historia ha ofrecido culto a una razón reñida con Dios ha acabado en la más oscura de las sinrazones? 
En la catedral de Chartres (1194-1260) se aprecia la madurez del estilo, combinado con la persistencia de la cripta románica y el Pórtico Real que se salvaron del incendio del edificio anterior. Su planta tiene tres naves en los pies y cinco en la cabecera, con un crucero central con naves laterales, sin tribuna. Tiene un deambulatorio radial con cinco capillas semicirculares, y bóveda cuatripartita. De las nueve torres proyectadas sólo conserva dos. Uno de los elementos más curiosos de la Catedral es el laberinto trazado sobre el pavimento en 1205, con un alicatado de baldosas blancas y negras. Este sendero representaba una peregrinación simbólica que se recorría de pie o de rodillas hasta el rosetón central, con cuyo diámetro coinciden sus once círculos concéntricos. Los cálculos indican que si la fachada se extendiese sobre el suelo, laberinto y rosetón encajarían.
La catedral de Reims sigue el diseño de París, pero cargándola de hornacinas, pináculos y pórticos. Tiene un coro con doble pasillo y un ábside con girola y capillas radiales. Muy parecida es la catedral de Amiens, con planta de cruz latina de tres naves (una de las laterales más baja), coro de cinco naves y siete capillas en la girola. Destaca su triforio muy ornamentado con vanos triples en forma de trébol. Un detalle común a estas edificaciones: las torres de la fachada no están rematadas. La catedral de Rouen es típicamente normanda, con deambulatorio y capillas radiales, linterna sobre el crucero y cuatro pisos.
A mediados del siglo XIII el estilo evoluciona al  “gótico radiante”, alargándose los vanos, aligerando los muros y transformando los soportes en grupos de estrechas columnillas, como ya se muestra en la Abadía de Saint-Denis y que debió cobrar cuerpo en numerosas capillas. ¿Quieres conocer algunos ejemplos? La capilla del castillo de Saint-Germain-en-Laye, la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, el coro de Le Mans y de Tours, la inconclusa Beauvais … pero sobre todo la Saint Chapell de París, obra encargada a Pierre de Montreuil por San Luis para honrar la reliquia de la Santa Espina. Se construyó en un tiempo record, de 1242 a 1248, con una capilla superior para la corte real y la inferior para el resto de los fieles. Esta, con una rica decoración pictórica, soportó el peso de la construcción, liberando así la capilla superior, que pudo sustituir completamente los muros por vitrales. Hay que estar allí para comprender la fascinación que ejerce el colorido y la luz de las vidrieras góticas. Créeme, es un impacto visual como pocos.
En la región flamenca sólo nombraré la catedral de Bruselas, del siglo XIII, con ábside y girola muy franceses, y la catedral de Amberes, de fines del siglo XIV, con siete naves y hermosa torre. Son peculiares la iglesia de los Jacobinos de Toulouse y la catedral Saint-Cècile de Albi, ambas del s. XIV, con aparejo de ladrillo, apariencia de fortaleza y raras proporciones. Una sola nave de doce tramos aloja capillas entre los contrafuertes. Pero la Guerra de los Cien Años frenó la actividad constructiva.
Trasladándonos a España, su arquitectura es de importación francesa, aunque con variantes regionales. La catedral de León es de las más francesas, de hecho, su planta es casi una réplica de la catedral de Reims. Es de estilo “radiante” (1254-80) y tiene un claustro cuadrado del siglo XIV. A sus tres naves se añaden dos más en el crucero. Tiene triforio con vidrieras (consideradas las mejores del mundo), girola cubierta con bóvedas de nervaduras, fachada con dos torres y tres puertas abocinadas, y es la más luminosa de España. Sus históricos problemas de cimentación le han valido la célebre leyenda del topo, con la que se justificaba la inestabilidad de la construcción.


La catedral de Burgos fue mandada erigir por el rey Fernando III el Santo y en 1260 fue consagrada, aunque en los siglos posteriores sufrió profundas ampliaciones y reformas. Tiene claustro y una iglesia de planta de cruz latina con tres naves y un crucero muy alargado, girola de tramos trapezoidades, un elegante triforio que se desarrolla bajo los vitrales, y doble fila de arbotantes. Fue muy transformada en el gótico “flamígero”, como la que veremos a continuación. La catedral de Toledo (1226-1493) también fue comenzada por Fernando III y serán los Reyes Católicos quienes la rematen. ¿Sabías que en ella abjuró Recaredo del arrianismo? En su construcción trabajaron maestros franceses, que realizaron cinco naves con capillas. De un modo inusual, las naves exteriores son más anchas que las demás. Su crucero no sobresale y la girola es doble. De principios del siglo XIII es la catedral de Cuenca, con detalles interesantes traídos de Borgoña y Normandía. Su peculiar fachada la dotan de un aspecto muy original.
En Cataluña, el gótico es muy característico. Los contrafuertes se reducen al máximo porque el empuje de las bóvedas se contrarresta con muros interiores que alojan capillas. Las naves son amplias, pero poco luminosas, y las torres llevan cubiertas planas. Casi todas las catedrales tienen claustro. Las catedrales de Lérida y Tarragona son de transición, mostrando rasgos cistercienses. Plenamente gótica es la catedral de Barcelona, iniciada en 1238. La iglesia, perfectamente unida al claustro, tiene tres naves (la central el doble de ancha), capillas entre contrafuertes, esbelta girola, rudimentario crucero y cimborrio a los pies. No te confundas con la antigüedad de la fachada, porque es neogótica. En la ciudad se encuentra asimismo el Templo de Santa María del Mar (1329-84), del siglo XIV, con tres naves con deambulatorio pero sin crucero. Sus esbeltas columnas ochavadas y la separación y altura de las arcadas consiguen la sensación de espacio diáfano propio de los recintos de una sola nave. Se edificó a costa exclusivamente de los feligreses del puerto de Barcelona, quienes la sufragaron íntegramente o colaboraron con su trabajo. Los “bastaixos” (descargadores de muelle) transportaron las grandes piedras sobre su espalda desde los barcos. Su protagonismo en la novela La catedral del mar la ha dotado de una popularidad muy reciente. 

La catedral de Palma de Mallorca (1229-1346) es la única construida al borde del mar, quizá porque la construyó el rey Jaime I como una promesa a la Virgen por salvarlo de un temporal en el mar. Obedece al estilo levantino, que se aleja del francés, optando por una planta basilical al estilo alemán con tres naves sin girola ni crucero. Destaca por sus altas bóvedas sobre ligeros pilares octogonales. La gran diferencia de altura entre la nave central y las laterales permite la apertura de un amplísimo claristorio y obliga a utilizar numerosos contrafuertes con dobles arbotantes. Además, tiene el mayor rosetón gótico del mundo, en el que se inscribe la estrella de David. La catedral de Gerona responde a la tendencia catalana de iglesia-salón, con una sola nave central (la más ancha de la arquitectura medieval) y tres en el testero. Ha sido muy modificada por intervenciones posteriores (su fachada es barroco-clasicista). También ha sufrido diversas reformas la Catedral de Sevilla, la catedral gótica más grande del mundo. La que fue mezquita almohade se inició como construcción cristiana en 1402 y esa fase del gótico tardío terminó en 1506. Luego vendrían las reformas renacentistas, barrocas, neoclásicas y neogóticas. Su estructura, el patio, la planta de salón, se corresponden con la de la anterior mezquita. En ella está enterrado el rey Fernando III el Santo.

En cuanto al “flamígero”, a excepción del claustro de la catedral de Pamplona (1280-1355), prácticamente se restringe a Castilla, mostrando cierta contaminación del decorativismo mudéjar. Destaca San Juan de los Reyes de Toledo (1476-95), construido por los Reyes Católicos como panteón regio para conmemorar la victoria en la Batalla de Toro, y después cedido a los franciscanos. Posee una nave muy ancha, capilla ochavada y cimborrio, además del claustro de tracería típicamente flamígera. Las torres de la catedral de Burgos asombran por sus chapiteles calados. La Cartuja de Miraflores es un conjunto monástico burgalés fundado por la donación del pabellón de caza de Juan II a los cartujos. La construcción comenzó en 1453, pero la terminará en 1484 su hija Isabel la Católica. En su única nave destaca la bóveda estrellada sobre el transepto.
 

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