No deja de ser un artificio la idea de separar el románico y el gótico con un corte radical. No sucedió
así en realidad. Los nuevos conceptos y estructuras surgieron de una evolución
progresiva que experimentó un desarrollo diferenciado en el tiempo y en la
geografía. El eclesiástico francés Suger (1081-1151) será uno de los que rompan
el marco del románico para adelantarse al gótico, identificándose como un
precursor de la nueva mentalidad. Paradójicamente, de la
confluencia de la pureza de las formas arquitectónicas propia del Cister más el
impulso estético de Suger surgirán las raíces del arte gótico. Sin embargo,
éste no fue un arte monástico en absoluto.
Acudiendo a las siempre útiles e imprecisas etiquetas, el gótico se ciñe a los siglos XIII y XIV, aunque se encuentran pistas en el siglo XII , que se prolongan hasta el siglo XV con el
gótico flamígero, alcanzando en algunos lugares incluso el XVI. Son siglos
de crisis del feudalismo y duras condiciones de vida que provocan la
deserción hacia actividades comerciales y artesanales. Ello había implicado el
desarrollo de la burguesía y un modo de vida urbano que conllevaba la creación
de agrupaciones gremiales o corporativas y la evolución de una economía de
trueque a otra monetaria. Sin embargo, nada pudo detener la grave crisis
económica del siglo XIV. La
sociedad quedó sumida en grandes calamidades marcadas por el agotamiento de los
sectores productivos y agravadas por la peste negra y por graves incursiones
bélicas. Pero también asistimos a unos siglos de “efervescencia”
cultural y artística.
En lo referente a la arquitectura, si el
monasterio fue el edificio característico del románico, la catedral lo fue del
gótico. Su construcción consiguió aglutinar el interés de todos los estamentos:
Obispo, burgueses, gremios… todos los esfuerzos ciudadanos se volcaban en la
edificación de su catedral. Precisamente esa conjunción de fuerzas iba a
convertirla en el elemento definidor de la ciudad, en su clave interpretativa.
Constituía además el centro visual, porque en ella desembocaban todas las
calles y los caminos de acceso a la ciudad. Su uso iba más allá de la
celebración litúrgica o la oración, acogiendo muchas de las actividades
cotidianas de la ciudad, incluyendo siempre una escuela (cuna de las
Universidades) y ejerciendo de techo donde los peregrinos podían dormir. La
catedral gótica era la perfecta expresión de una sociedad de laicos fervientes
que amaban el edificio como algo propio, como casa del Padre.
El espacio
catedralicio estaba concebido para provocar una embriaguez de los sentidos,
para arrebatar a los fieles hacia el ámbito celeste. El esquema basilical de su
planta hacía que el espacio-camino cobrase relevancia, subrayando la meta a la
que se dirigía el impulso espacial. Las paredes perforadas por las vidrieras
limitaban el espacio y, al mismo tiempo, lo ponían en contacto con el espacio
cósmico. Por otra parte, el elemento exterior con mayor carácter era la
fachada, que parecía independizarse de la disposición interior.
El recinto
catedralicio era imagen de la Jerusalén Celestial. No es que la estilización de las catedrales las
hiciera tender hacia el Cielo, más bien es que ellas mismas pretendían ser el
Cielo, o al menos el lugar donde se unía Cielo y tierra.
La
concepción espacial del gótico es uno de los elementos más novedosos del
estilo. Con la introducción del arco ojival o apuntado se acentúa el proceso
antes iniciado de desmaterialización de los muros. Si en el románico había un
claro predominio del macizo sobre el vano, ahora sucederá a la inversa, y esa
libertad estructural permitirá una articulación más dinámica de las
edificaciones. Pero no te confundas, el valor que adquieren los vanos no supone
una negación del muro, sino la conversión del vano en el muro mismo. Un
paramento convertido en un cerramiento traslúcido y lleno de color que sumerge
el espacio en una luz no natural que invita a la trascendencia.
La máxima
expresión se concedió al espacio interior, especialmente en el ámbito
catedralicio, dirigido a provocar un impacto espiritual en el fiel. Sin duda,
se habían producido grandes avances en la estructura mecánica de la
construcción. En los interiores contrastaban dos direcciones, la vertical y la
longitudinal, ambas dirigidas al espectador. De un modo asombroso, esa
activación del espacio interior fue precisamente la que abrió el camino a las
fuerzas que configuraron la estructura externa. El aligeramiento de los muros,
sostén de la bóveda, exigió la colocación de contrafuertes y arbotantes que, a
su vez, fueron ocasión de expresión estética. Estos últimos fueron de los
escasos elementos clave que no eran perceptibles desde el interior. Por otra
parte, el espacio arquitectónico no se definía sólo por la estructura y la
articulación de sus elementos, sino por su sistema de iluminación.
Uno de los
descubrimientos que tuvieron mayor relevancia fue la bóveda de crucería, y no
sólo por razones estructurales (conseguía mayor espacialidad y altura), sino
porque acabó significando la supresión de las techumbres de madera, con lo cual
se reducía enormemente el riesgo de incendio.
La
verticalidad es uno de los signos más evidentes. Tres factores contribuyen a
dar a la estructura arquitectónica un impulso hacia la altura: los arcos
apuntados, la estilización de las columnas y la pérdida de la función de
soporte de los muros. La carga se transmitirá al exterior del edificio a través
de cargar las bóvedas en puntos determinados mediante arcos diagonales y
arbotantes.
La
decoración también cambia radicalmente de signo. Se produce una mayor
independencia funcional y material de la arquitectura. La ornamentación
geométrica del románico da paso a los elementos vegetales. El naturalismo decorativo se impone,
comenzando por los pináculos, las cresterías, y las populares gárgolas. Los capiteles pierden importancia y se
simplifican, reduciéndose a hojas de acanto o molduras. No me olvidaba de uno
de los rasgos más típicos del gótico, la presencia del rosetón en los muros de
los tres principales accesos. Junto con esas decoraciones pétreas denominadas
tracerías que acabarán constituyendo el perfil identitario del gótico.
Los especialistas indican que
el gótico nace en el Dominio francés, ligado a la monarquía de los Capetos. Por
eso, Francia acapara muchas de las
más emblemáticas construcciones de este estilo. Ya sabes que los orígenes los
encontramos en la Abadía de Saint-Denis, en la que las vidrieras adquieren gran protagonismo en los paramentos. Pero si
quieres conocer los inicios del gótico tendrás que profundizar en la Catedral de Sens (1140-1176), con sus
tres naves corridas hasta el ábside (el transepto se incorporó en el siglo XV)
en el que se abren tres capillas perforadas con vidrieras. Alternan los pilares
gruesos y delgados con columnillas adosadas, sosteniendo bóvedas sexpartitas.
El triforio sustituye a la tribuna, y sobre él se alzan amplios ventanales
entre contrafuertes y arbotantes exteriores. Contemporánea es la catedral de Noyon (1152), a la que recuerda en las bóvedas
sexpartitas y su alternancia de pilares y columnas, aunque conserva las
tribunas.
La conocida como catedral de
Laon (aunque hoy es parroquia por la supresión del Obispado de Laon) es de
la misma época. Tiene cuatro pisos, bóvedas sexpartitas, gruesas columnas, y un
bellísimo cimborrio cuadrado en el crucero bajo el cual hay un triforio. Sus
tres naves terminan al mismo plano, sin girola. Son muy originales sus torres
exteriores, flanqueadas por torrecillas de ángulo, que albergan los famosos
bueyes de piedra.
La catedral de Notre-Dame de París (1163-1245), impulsada por el
Obispo Maurice de Sully y realizada por Pierre de Montreuil, cuenta con cinco
naves y doble deambulatorio dividido en tramos triangulares, con el crucero
casi al centro. La nave central tiene cinco crujías dobles con bóvedas sexpartitas,
y hay tribunas en las laterales. Aunque originalmente contaba con cuatro pisos,
el triforio fue sustituido por rosetones. Su estructura inspiró muchas de las
catedrales francesas, además de la famosa obra literaria de Victor Hugo que
lleva su nombre. La fachada ofrece la característica forma en “hache”, con una
impresionante decoración escultórica de la que te hablaré en mi próxima carta.
¿Sabías que en esta catedral se coronó Napoleón y se beatificó a Juana de Arco?
En 1793, durante la Revolución Francesa, fue convertida en “Templo de la
Razón”, lo que supuso la destrucción de muchas imágenes, y un progresivo
abandono. ¿Te has percatado de que siempre que la historia ha ofrecido culto a
una razón reñida con Dios ha acabado en la más oscura de las sinrazones?
En la catedral de Chartres (1194-1260) se aprecia la madurez del estilo, combinado con
la persistencia de la cripta románica y el Pórtico Real que se salvaron del
incendio del edificio anterior. Su planta
tiene tres naves en los pies y cinco en la cabecera, con un crucero central con
naves laterales, sin tribuna. Tiene un deambulatorio radial con cinco capillas
semicirculares, y bóveda cuatripartita. De las nueve torres proyectadas sólo
conserva dos. Uno de los elementos más curiosos de la Catedral es el laberinto
trazado sobre el pavimento en 1205, con un alicatado de baldosas blancas y
negras. Este sendero representaba una peregrinación simbólica que se recorría
de pie o de rodillas hasta el rosetón central, con cuyo diámetro coinciden sus
once círculos concéntricos. Los cálculos indican que si la fachada se
extendiese sobre el suelo, laberinto y rosetón encajarían.
La
catedral de Reims sigue el diseño de
París, pero cargándola de hornacinas, pináculos y pórticos. Tiene un coro con
doble pasillo y un ábside con girola y capillas radiales. Muy parecida es la catedral de Amiens, con planta de cruz
latina de tres naves (una de las laterales más baja), coro de cinco naves y
siete capillas en la girola. Destaca su triforio muy ornamentado con vanos
triples en forma de trébol. Un detalle común a estas edificaciones: las torres
de la fachada no están rematadas. La catedral de Rouen es típicamente normanda, con
deambulatorio y capillas radiales, linterna sobre el crucero y cuatro pisos.
A mediados
del siglo XIII el estilo evoluciona al
“gótico radiante”, alargándose los vanos, aligerando los muros y
transformando los soportes en grupos de estrechas columnillas, como ya se
muestra en la Abadía de Saint-Denis y
que debió cobrar cuerpo en numerosas capillas. ¿Quieres conocer algunos
ejemplos? La capilla del castillo de Saint-Germain-en-Laye,
la iglesia de Saint-Germain-des-Prés,
el coro de Le Mans y de Tours, la inconclusa Beauvais … pero sobre todo la Saint
Chapell de París, obra encargada a Pierre de Montreuil por San Luis para
honrar la reliquia de la Santa Espina. Se construyó en un tiempo record, de 1242 a 1248, con una capilla
superior para la corte real y la inferior para el resto de los fieles. Esta,
con una rica decoración pictórica, soportó el peso de la construcción,
liberando así la capilla superior, que pudo sustituir completamente los muros
por vitrales. Hay que estar allí para comprender la fascinación que ejerce el
colorido y la luz de las vidrieras góticas. Créeme, es un impacto visual como
pocos.
En la
región flamenca sólo nombraré la catedral
de Bruselas, del siglo XIII, con ábside y girola muy franceses, y la catedral de Amberes, de fines del siglo
XIV, con siete naves y hermosa torre. Son peculiares la iglesia de los Jacobinos de Toulouse y la catedral Saint-Cècile de Albi, ambas del s. XIV,
con aparejo de ladrillo, apariencia de fortaleza y raras proporciones. Una sola
nave de doce tramos aloja capillas entre los contrafuertes. Pero la Guerra de
los Cien Años frenó la actividad constructiva.
Trasladándonos
a España, su arquitectura es de
importación francesa, aunque con variantes regionales. La catedral de León es de las más
francesas, de hecho, su planta es casi una réplica de la catedral de Reims. Es
de estilo “radiante” (1254-80) y tiene un claustro cuadrado del siglo XIV. A
sus tres naves se añaden dos más en el crucero. Tiene triforio con vidrieras
(consideradas las mejores del mundo), girola cubierta con bóvedas de
nervaduras, fachada con dos torres y tres puertas abocinadas, y es la más
luminosa de España. Sus históricos problemas de cimentación le han valido la
célebre leyenda del topo, con la que se justificaba la inestabilidad de la
construcción.
La catedral de Burgos fue mandada erigir por el rey Fernando III el Santo y en 1260 fue consagrada, aunque en los siglos posteriores sufrió profundas ampliaciones y reformas. Tiene claustro y una iglesia de planta de cruz latina con tres naves y un crucero muy alargado, girola de tramos trapezoidades, un elegante triforio que se desarrolla bajo los vitrales, y doble fila de arbotantes. Fue muy transformada en el gótico “flamígero”, como la que veremos a continuación. La catedral de Toledo (1226-1493) también fue comenzada por Fernando III y serán los Reyes Católicos quienes la rematen. ¿Sabías que en ella abjuró Recaredo del arrianismo? En su construcción trabajaron maestros franceses, que realizaron cinco naves con capillas. De un modo inusual, las naves exteriores son más anchas que las demás. Su crucero no sobresale y la girola es doble. De principios del siglo XIII es la catedral de Cuenca, con detalles interesantes traídos de Borgoña y Normandía. Su peculiar fachada la dotan de un aspecto muy original.
En
Cataluña, el gótico es muy característico. Los contrafuertes se reducen al
máximo porque el empuje de las bóvedas se contrarresta con muros interiores que
alojan capillas. Las naves son amplias, pero poco luminosas, y las torres
llevan cubiertas planas. Casi todas las catedrales tienen claustro. Las catedrales de Lérida y Tarragona son de
transición, mostrando rasgos cistercienses. Plenamente gótica es la catedral de Barcelona, iniciada en 1238.
La iglesia, perfectamente unida al claustro, tiene tres naves (la central el
doble de ancha), capillas entre contrafuertes, esbelta girola, rudimentario
crucero y cimborrio a los pies. No te confundas con la antigüedad de la
fachada, porque es neogótica. En la ciudad se encuentra asimismo el Templo de Santa María del Mar (1329-84),
del siglo XIV, con tres naves con deambulatorio pero sin crucero. Sus esbeltas
columnas ochavadas y la separación y altura de las arcadas consiguen la
sensación de espacio diáfano propio de los recintos de una sola nave. Se
edificó a costa exclusivamente de los feligreses del puerto de Barcelona,
quienes la sufragaron íntegramente o colaboraron con su trabajo. Los
“bastaixos” (descargadores de muelle) transportaron las grandes piedras sobre
su espalda desde los barcos. Su protagonismo en la novela La catedral del mar la ha dotado de una popularidad muy reciente.
La
catedral de Palma de Mallorca
(1229-1346) es la única construida al borde del mar, quizá porque la construyó
el rey Jaime I como una promesa a la Virgen por salvarlo de un temporal en el
mar. Obedece al estilo levantino, que se aleja del francés, optando por una
planta basilical al estilo alemán con tres naves sin girola ni crucero. Destaca
por sus altas bóvedas sobre ligeros pilares octogonales. La gran diferencia de
altura entre la nave central y las laterales permite la apertura de un
amplísimo claristorio y obliga a utilizar numerosos contrafuertes con dobles
arbotantes. Además, tiene el mayor rosetón gótico del mundo, en el que se
inscribe la estrella de David. La catedral
de Gerona responde a la tendencia catalana de iglesia-salón, con una sola
nave central (la más ancha de la arquitectura medieval) y tres en el testero.
Ha sido muy modificada por intervenciones posteriores (su fachada es
barroco-clasicista). También ha sufrido diversas reformas la Catedral de Sevilla, la catedral gótica
más grande del mundo. La que fue mezquita almohade se inició como construcción cristiana
en 1402 y esa fase del gótico tardío terminó en 1506. Luego vendrían las
reformas renacentistas, barrocas, neoclásicas y neogóticas. Su estructura, el
patio, la planta de salón, se corresponden con la de la anterior mezquita. En
ella está enterrado el rey Fernando III el Santo.
En cuanto
al “flamígero”, a excepción del claustro
de la catedral de Pamplona (1280-1355), prácticamente se restringe a
Castilla, mostrando cierta contaminación del decorativismo mudéjar. Destaca San Juan de los Reyes de Toledo
(1476-95), construido por los Reyes Católicos como panteón regio para
conmemorar la victoria en la Batalla de Toro, y después cedido a los
franciscanos. Posee una nave muy ancha, capilla ochavada y cimborrio, además
del claustro de tracería típicamente flamígera. Las torres de la catedral de Burgos asombran por sus chapiteles calados.
La Cartuja de Miraflores es un
conjunto monástico burgalés fundado por la donación del pabellón de caza de
Juan II a los cartujos. La construcción comenzó en 1453, pero la terminará en
1484 su hija Isabel la Católica. En su única nave destaca la bóveda estrellada
sobre el transepto.
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