domingo, 3 de marzo de 2013

ARQUITECTURA CAROLINGIA



Los francos fueron el único pueblo de los invasores germánicos que se convirtieron directamente al catolicismo, asumiendo un liderazgo político y cultural que alcanzaría las máximas cotas con Carlomagno (768-814) quien representa el cumplimiento de la obra de su padre, Pipino el Breve, y el inicio del Imperio universal de Occidente y de la civitas cristiana. 
 En la Navidad del año 800, el papa León III coronó a Carlomagno como emperador. Detrás de este gesto, se daba otro paso hacia la realización de la unidad externa de la Iglesia, huyendo de la multiplicidad de las Iglesias territoriales. Pero se fraguaba una unión tensa y contradictoria que partía de conceptos muy distintos del imperio. 
El estado carolingio modificó las estructuras europeas creando un Estado muy centralizado con instituciones diversas. Durante el reinado carolingio no sólo florecieron la cultura y las artes, sino que se organizó la Iglesia franca, se apoyó la expansión del Evangelio y se favoreció el monacato, pero por procedimientos de carácter cesaropapista. 
Imaginarás que de este florecimiento surgiría un arte brillante, y un empuje cultural en el que la arquitectura fue la primera en experimentar una sorprendente actividad constructiva. Fíjate que dato más apabullante: entre los reinados de Carlomagno y su hijo Ludovico Pío (768-855), en sólo 87 años, se construyeron 27 nuevas catedrales, más de 400 monasterios y un centenar de palacios reales para sus desplazamientos.
Una de las primeras síntesis entre la arquitectura de la Antigüedad tardía y las necesidades episcopales la encontramos en la ciudad de Metz, una ciudad en la que Carlomagno había residido con frecuencia antes de establecer la capital en Aquisgrán. El elevado número de iglesias documentan la presencia de una liturgia estacional que primaba un edificio concreto según el tiempo litúrgico.
 Pero entre todas las obras edificadas, destaca la ciudad palatina de Aquisgrán, todo un complejo completamente novedoso en Europa, inspirado en el modelo de Constantinopla y afincado en un lugar célebre por sus aguas termales. No nos quedan apenas restos de ella, pero la arqueología aporta datos reveladores. La ciudad, proyectada por el sacerdote Eudes de Metz, estaba inscrita en un rectángulo y al norte se situaba el aula palatina en cuya exedra se encontraba el trono donde el rey presidía los actos de la corte. El palacio de Carlomagno en Aquisgrán dibujaba un cuadrado central compuesto de una zona residencial, otra de recepción, la religiosa, y la de servicios. Se añadían los edificios administrativos, la sala del tribunal y la escuela, sin faltar las termas. 

Pero el único edificio que se ha mantenido en pie ha sido la capilla palatina, un recinto inspirado en San Vital de Ravena, que dio lugar a un tipo de iglesia con dos niveles, la planta baja para los fieles y el primer piso para los príncipes. Se trata de un modelo definitorio de un tipo de sociedad. Fue inaugurada el día de la Epifanía del año 805 por el Papa León III. Impresiona el núcleo central de planta octogonal rodeado de un deambulatorio hexadecagonal con tribunas. La cúpula central descansa sobre un tambor con ventanas y está decorada con mosaicos que muestran a Cristo entronizado y aclamado por los ancianos del Apocalipsis. Al este se situaba un ábside rectangular y enfrente un pórtico elevado en forma de torre. La Capilla poseía dos coros (a este y oeste) y tres altares. Parece que Carlomagno pensó hacer de esta capilla su mausoleo, de ahí el aspecto de monumento funerario. En general, la construcción manifiesta el empeño en reanudar los vínculos con la tradición artística de Roma, pero siempre desde la óptica del cristianismo. El rey se sentía heredero de los emperadores romanos cristianos y émulo de los bizantinos. Además, en su construcción, concebida como representación de la Jerusalén celestial, se tuvo en cuenta el simbolismo de las cifras y las medidas. El prestigio de esta capilla fue tan grande que suscitó muchas imitaciones.

Otro recinto muy interesante es la capilla de Germigny-des Près, construida a comienzos del siglo IX como oratorio de una villa del Obispo de Orleans, Teodulfo. Su planta es un cuadrado dividido en tres naves y nueve espacios internos cuadrados o rectangulares. El central, más ancho, cuenta con una torre. Tiene cuatro ábsides. Las bóvedas se sostienen sobre pilares y los arcos son de herradura visigótica. Cuando lo veas, percibirás cierto bizantinismo en la construcción. Destaca la decoración de yesos y mosaicos. El ábside oriental luce un mosaico que representa el Arca de la Alianza bajo la mano de Dios, venerada por ángeles.

En cuanto a los monasterios, hay un dato incuestionable, que el modelo que surge de la cultura carolingia constituye la base conceptual del monasterio de Cluny, que a su vez determina los monasterios románicos. Carlomagno quiso que los monasterios de su Imperio se rigiesen por la regla de San Benito de Nursia, aunque será su hijo, Luis el piadoso, el que consiga su implantación. Caso modélico es el monasterio de Saint Gall, sólo conocido por un plano manuscrito, pero que debió establecer un tipo que se iría modificando según las exigencias de cada emplazamiento. Frente al monasterio visigodo centrado en la iglesia, el carolingio se organizaba en torno al claustro. Saint Gall era un conjunto monasterial de forma rectangular ocupado por templo, convento, claustro y hospedería, además de diversas dependencias y jardines. El templo era de planta basilical, con crucero y coro, y con ábsides con altares en los extremos, separados con canceles.

Antes de seguir con la arquitectura, voy a presentarte una pincelada sobre los aspectos litúrgicos, porque son esenciales para la comprensión del siguiente edificio.
La presencia de una tradición litúrgica era una realidad de la cual la Iglesia se iba haciendo cada vez más consciente. Ya en el siglo VIII existía un gran número de expertos que compilaban cánones y disposiciones conciliares, elaborando un corpus que culminó con la reforma carolingia que antes mencioné. De la liturgia de este siglo llama poderosamente la atención el respeto por el altar, que se manifiesta a través de la colocación de canceles que restringían el acceso a él. Me parece precioso el símil que hacía San Juan Damasceno comparando el altar con el cuerpo de la Virgen, que albergó el de Cristo gracias a la acción continua del Espíritu Santo. En esta época también se consolidó la práctica de la reserva eucarística, ya que el Concilio de Aquisgrán prescribía la dignidad debida a la conservación del cuerpo de Cristo, que debía estar disponible para los fieles enfermos de gravedad.
Por otra parte, en el año 754, Pipino decretó la adopción de la liturgia de Roma. Esto conllevó transformaciones destinadas a asimilarse al nuevo ambiente, entre las que destaca el dramatismo que le imprimió y el gusto por las largas oraciones, pero sobre todo, el desarrollo de la liturgia procesional. La procesión del Evangelio se convirtió en un desfile triunfal de Cristo al que se aclamaba con el Gloria tibi Domine, hasta entonces desconocido.
Dicho esto ¿sabes dónde tuvieron lugar las mayores novedades de la liturgia carolingia? en el monasterio de Centula, o también conocido como Saint-Riquier. Por si no te habían quedado claros los vínculos entre arquitectura y liturgia. Saint- Riquier fue la construcción más prestigiosa de la época, levantada el año 799 por Angilberto (yerno de Carlomagno) y destruida por los normandos (de hecho, conocemos la construcción sólo a través de dibujos). El centro del espacio lo constituía un gran claustro trapezoidal con tres templos: San Ricario, Santa María y San Benito. Lo circundaban pórticos cubiertos para facilitar las procesiones de los monjes desde la iglesia abacial a los santuarios. La iglesia abacial tenía una triple dedicación: el Salvador, la Virgen y San Ricario, sobre cuyas reliquias se alzaba. Era explícito el simbolismo de los números, comenzando por el número tres, que aludía a la Trinidad. Había tres templos, tres torres, tres altares principales y tres oratorios consagrados a los tres Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael. La cripta de la torre del Salvador tenía 25 reliquias de la cruz de Cristo dispuestas en semicírculo en el coro, recordando la basílica del Martyrion de Jerusalén. En la nave central había cuatro oratorios: el Nacimiento, la Pasión, la Resurrección y la Ascensión, todos pintados y decorados con mosaicos. La Iglesia de la Virgen era una rotonda con un altar central revestido de oro y cubierto de baldaquino, rodeado de doce altares dedicados a los Apóstoles. Los altares de todo el recinto sumaban 30, múltiplo de tres, como el número de 300 monjes que componían la comunidad. Los alumnos de la “schola” eran 99, divididos en 3 grupos de 33.
Un dato muy interesante que tenemos de Centula es el texto de Angilberto, su constructor. Se trata de la Institutio sancti Angilberti abbatis de diversitate officiorum, que desarrollaba una extraordinaria liturgia procesional. En él se describía cómo el recinto se había edificado en función de una liturgia centrada en el triduo pascual, de carácter estacional, con referencia a Jerusalén. Parece que Angilberto había concebido la iglesia abacial como la del Santo Sepulcro. La liturgia no se limitaba a la abadía, sino que comprendía siete aldeas que evocaban los siete distritos de Roma. ¿No te sorprende la complejidad de la liturgia carolingia marcada por las alegorías y los simbolismos? Ojalá pudiéramos extendernos para detallar toda esta belleza… pero si te interesa, encontrarás una descripción muy completa en la publicación Mensaje simbólico del arte medieval de Santiago Sebastián que te presenté en mis recomendaciones bibliográficas.
En él podrás descubrir también la importancia de la cripta carolingia y la belleza de su arquitectura. Eran recintos semisubterráneos y cuadrados (no circulares como las paleocristianas o las románicas) en los que se experimentó con las cubiertas abovedadas de piedra que tendrían eco en el románico. Se situaban bajo el presbiterio, y en ellas había capillas donde se guardaban reliquias, e incluso había algún enterramiento. Caso destacado es la Cripta de San Germán de Auxerre, cubierta con bóveda de cañón corrido y con unas interesantes pinturas murales que volveré a mencionar al hablar de las artes plásticas.
Por otra parte, el protagonismo de las reliquias, en una época donde las canonizaciones se obtenían por aclamación popular de quienes convivieron con el santo,  conllevó el desarrollo y dignificación del altar. Santiago Sebastián describe muy bien el sistema de explicaciones alegóricas de las ceremonias eucarísticas que desarrollaron Alcuino y su discípulo Amalario (basándose en precedentes del Pseudo Dionisio y San Máximo el Confesor); sin olvidar la renovación de los tropos o el modo en que se abrió el camino al drama litúrgico. La riqueza de la liturgia carolingia es de tal calado que bien merecería detenerse. Pero tenemos que seguir avanzando.
Me resta mencionarte la presencia del “Westwerk” o macizo occidental en la arquitectura carolingia. Es un elemento muy característico de la arquitectura carolingia, aunque sólo se encuentra en el centro del Imperio,  en Alemania, Francia, Austria o Suiza. Se trata de fachadas monumentales que forman un elemento autónomo con tres torres, una al centro y otras dos flanqueando la fachada. Se encontraban sobre todo en los monasterios reales y eran utilizados en esta época para funciones seculares, como la cancillería o el aula de tribunal. Solo en raros casos, el “Westwerk” tenía función militar. Su significación simbólica era la de una fortaleza contra los demonios. El lado este se asociaba a Cristo y alojaba el ábside con el altar. Al oeste se situaban las fuerzas del mal. No faltaba la presencia del Arcángel San Miguel liderando la lucha contra los demonios. Aunque Centula tenía un Westwek, sólo se ha conservado el de la Abadía de Corvey, en Westfalia, una construcción benedictina del siglo IX, con lo cual es el más antiguo que perdura, aunque fue muy remodelado en el románico.



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